sábado, 7 de mayo de 2011

Horacio, la "Epístola ad Pisones", su Tópica Menor y su Tópica Mayor


Nació en el año 65 a. C. en la Península Itálica, donde recibió una esmerada educación, que completaría en Roma, donde fue discípulo de Orbilio. Pronto se sentiría atraído por la filosofía, en especial por el epicureísmo. Fue a través de la filosofía como entró en contacto con Virgilio. Para completar su formación se trasladó a Atenas. Puesto que era republicano, se alistó en el ejército para oponerse a los triunviros. Tras una batalla, Bruto y Casio fueron derrotados. Aprovechando la amnistía decretada por Augusto, Horacio volvió a Roma. La situación del país y la suya propia lo impulsaron a componer versos, según su propia confesión. Más tarde pasó a formar parte del círculo de poetas que rodeaban a Augusto, quien quiso convertirlo en su propio secretario, cargo al que él renunció para preservar su independencia política. Prefirió llevar una vida sencilla dedicada al estudio y la poesía. Cultivó diversos géneros: sátiras, épodos, odas y epístolas.
Las epístolas corresponden a su etapa de madurez, tras abandonar la lírica en su forma más genuina para dedicarse a temas más filosóficos. Horacio enriqueció este género con numerosas innovaciones y lo llevó a su más alta perfección. Fue para él un cauce de comunicación a través del cual podía hacer partícipes a sus amigos y al público en general de sus reflexiones filosóficas, morales, literarias, etc., a la vez que sometía a revisión crítica la sociedad y los acontecimientos contemporáneos.

- Epístola Ad Pisones

La Epístola ad Pisones es el único tratado de poesía existente desde Aristóteles hasta el S. XVI, siglo en el que mantendrá una importancia decisiva. En la Epístola ad Pisones, las reflexiones estéticas son evidentes desde la primera a la última línea y sabemos que ya en la época de su publicación era considerada como arte poética, nombre que le dio Quintiliano y con el que fue conocida hasta el S XVI.
En torno a esta obra, se suscitó la discusión sobre si la obra tenía o no un orden sistemático y una estructuración teórica. Fue considerada mucho tiempo como ars sine arte traditia. Sin embargo, los humanistas fueron los primeros en vislumbrar en la primera parte de ella el esquema tripartito de la estructuración retórica: inventio, dispositio, elocutio. Así pues, se observa que la Epístola ad Pisones seguía en realidad un orden, una estructura tripartita, propia de las poéticas helenísticas:
-       Poiema: se ocupa de la forma, es aquí donde vemos el esquema típicamente retórico de inventio-dispositio-elocutio. [tópica menor]
-       Poiesis: (ars), operaciones de la creación poética. [tópica menor]
-       Poietes: (artifex), aquí se sistematiza lo dicho por el poeta, su función, si es o no inspirado, etc. [tópica mayor]

Horacio no conoció de primera mano la Poetica de Aristóteles, sino a través de otras poéticas perdidas ya, de las que tomó los esquemas anteriores. Hay huellas evidentes de los planteamientos aristotélicos.

- Tópica menor 

Mímesis, retractatio y decorum
La Epístola ad Pisones se mueve en una concepción mimética del arte y de la literatura por influencia de las teorías platónicas y aristotélicas. Aflora la idea del artista como imitador. La comparación entre pintura y poesía que apoya la concepción mimética en la Poetica de Aristóteles, es frecuente también en el Ars horaciano.
Horacio presenta una novedad con respecto a Artistóteles: introduce el concepto de retractatio, imitación de otras obras de otros autores, en especial de modelos grecorromanos. A propósito de la construcción de los personajes, Horacio ofrece a sus interlocutores dos posibilidades: o bien tratar un tema nuevo de su propia invención, o bien uno ya tratado, perteneciente a la tradición literaria. Horacio prefiere seguir los modelos latinos.
Estrechamente vinculado a la concepción mimética en la Epístola horaciana está el concepto de decorum, concepto que proviene de los sofistas y de Sócrates, y que ha de ser entendido como el equilibrio, la proporción, con la que el poeta debe hacer su obra. Exige proporción entre el estilo empleado por el autor y los resultados conseguidos, entre el metro empleado y el género elegido. El decorum ha de ser principio esencial para la caracterización de los personajes –tradicionales o inventados- de acuerdo con la edad, la condición social y los ideales aristotélicos de adecuación y coherencia.

Unidad y coherencia en la creación literaria
La obra literaria ha de ser un todo unitario, coherente y verosímil. Recurre Horacio a una metáfora –la del monstruo compuesto por partes irreconocibles- para restringir la libertad de los artistas a los límites de lo conveniente, lo equilibrado, en sus procesos de creación. Los artistas han de gozar de gran libertad, pero sus obras, si quieren ser creíbles y aceptables para el lector, habrán de estar estructuradas de modo similar a un cuerpo humano, en el que cada miembro adquiere su valor y su proporción en relación con el todo.
Corresponde a la mente del poeta organizar el tiempo y los acontecimientos a su gusto, y propone que el mejor procedimiento para pasar del orden histórico al orden poético es el comienzo in media res. Atraer al lector al centro de los acontecimientos es la técnica adecuada para modelar en un orden poético tanto los hechos históricos como los ficticios e, incluso, la mezcla de ambos, mezcla reveladora de una amplitud en la concepción mimética de Horacio similar a la de Aristóteles, pues se admiten en pie de igualdad  hechos reales o ficticios, siempre que su proporción resulte equilibrada.

El concepto de verosimilitud
Horacio concibe la obra literaria no sólo como representación de unitaria y proporcionada, sino también verosímil. El concepto de verosimilitud, es en el Ars horaciano tratado de modo superficial. No excluye la representación de lo fantástico o lo irreal, pero recomienda que lo que pueda resultar excesivamente chocante a irracional se aparte de los ojos del espectador, pero no tanto por la naturaleza de los hechos como por la incredulidad que provocaría.

Los géneros literarios
Tras una serie de consideraciones generales aplicables a todos los géneros, Horacio centra su atención en el género dramático, pero a diferencia de Aristóteles, se ocupa con mayor extensión de los intermedios satíricos que de los subgéneros dramáticos mayores, tragedia y comedia.
La idea de propiedad y equilibrio se reitera en la exigencia horaciana de mantener separado cada género con su metro, sus temas y sus personajes característicos, dando lugar a la unidad de tono, por la cual los géneros no deben mezclarse.
Introduce el criterio de lo “ya hecho”, de la literatura anterior. Con este criterio definirá los géneros. Si para Platón era el modo de dicción y para Aristóteles el modo, medio y objeto de imitación, para Horacio, el criterio es esta literatura anterior.
Posteriormente se dedicará al tratamiento de los caracteres. Se ciñe, por una parte, a la tradición retórica que se interesaba por el decoro de los mores o caracteres según su edad, sexo, condición social, etc., y por otra, a la tradición poética, de ascendencia aristotélica, que establecía una reflexión más abstracta sobre la integración del personaje en la obra trágica y sobre su verosimilitud poética en general.
De los cuatro rasgos establecidos por Aristóteles –bondad, semejanza, adecuación y coherencia- Horacio sólo contempla los dos últimos, especialmente necesarios para los caracteres de nueva creación.
- Según la adecuación, el personaje debía ser semejante a lo culturalmente propio del momento
- Según la coherencia, o bien el personaje debía ser igual desde el principio hasta el final, o bien presentaba una evolución psicológica coherente.
Según los tratados de mores que atendían de modo primordial a la edad, Horacio contempla cuatro: puer, iuvenis, aetas virilis y senex, y crea cuatro retratos-tipo que resultan de gran vivacidad y calidad literaria.
En resumen, podemos decir que Horacio, por lo que a la composición de los caracteres se refiere, se mantiene en la línea aristotélica, a la que aporta escasas novedades.

Tópica Mayor

La parte dedicada al poeta, poietés, es la que posee mayor orden sistemático y mayor cohesión teórica. Presenta una serie de problemas básicos de la tradición poética y retórica, formulados en tres dualidades correlativas e íntimamente conectadas entre sí. Así aborda Horacio una problemática conocida pero tratada de forma dispersa a inconexa por otros autores: la concepción de la obra literaria como encuentro para la relación interactiva entre el poeta y sus lectores.
-       Ingenium/ars: Esta dualidad expresa la necesidad de que el poeta sea por igual ingenium y ars. Ambos conceptos de la dualidad adquieren con Horacio un nuevo matiz:
o    ars: conjunto de técnicas y conocimientos susceptibles de ser aprendidos
o    ingenium/natura: cualidades innatas con las que la naturaleza dota al poeta.
Está por tanto lejos del furor platónico concebido como un auxilio sobrenatural. Por el contrario, se sitúa en la línea de racionalización del mito, tímidamente planteada en la Poetica de Aristóteles.
Horacio adopta una solución ecléctica para esta dualidad, admitiendo que ambos términos de la dualidad son necesarios. Esto concuerda con la línea de prudencia y equilibrio presente en toda la Epistola y con la orientación didáctica de esta obra, al servicio de la política augústea.
-       Res/verba: Con esta dualidad aborda la problemática de fondo y forma, de contenido y expresión.
o    Res designa el caudal cultural que el escritor posee y transmite a sus lectores a través de la obra literaria.
o    En verba engloba Horacio un conjunto de procedimientos formales y de recursos expresivos vinculados sobre todo a la elocutio.
Horacio afirma que ha de haber un predominio del fondo sobre la forma: es preferible una obra brillante en ideas y con los caracteres bien trazados que aquella otra que, sin fondo alguno, se entretiene en versos llenos de artificio.
Esta afirmación resulta sorprendente teniendo en cuenta la línea de equilibrio que preside toda la Epistola, y algunos estudiosos la interpretan como una concesión a la política educativa de Augusto.
-       Docere/delectare: Esta dualidad se resuelve sin prejuicios políticos o teóricos,
en perfecto equilibrio combinatorio entre enseñanza y deleite. Ello se debe a la aceptación por parte de Horacio de la tradición poético-retórica, que se había mostrado favorable al equilibrio entre enseñanza y deleite como finalidad de la obra literaria.
El placer estético de la Poética de Aristóteles evoluciona hasta llegar a Horacio. Aristóteles concibe el efecto placentero más como deleite noético y moral que como simple hedonismo. En el período helenístico se inclinaron por la finalidad placentera de la obra. La concepción horaciana del deleite, compensada por la finalidad utilitaria, amplía su campo de actuación a todas las potencias y sentimientos humanos. Es necesario que el poeta sienta lo que escribe para transmitir tal sentimiento al lector. Su preocupación retórica por la persuasión y la conmoción sentimental del lector está confiada únicamente a los mecanismos compositivos y verbales del texto.

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